A veces el amor verdadero tiene cuatro patas y una mirada que lo dice todo.
Mi amado Bartolo,
No hay día en que no te recuerde.
Sigues aquí, entre mis pasos y mis silencios, en cada rincón donde alguna vez dormiste tranquilo.
Me enseñaste lo que significa la lealtad sin condiciones, la ternura sin palabras, y el amor sin final.
Te extraño con el alma, pero también sonrío al pensarte, porque sé que fuimos felices juntos.
Gracias por acompañarme en este tramo de vida, por tu mirada noble, por tu presencia que aún late en mí.
Hasta que volvamos a encontrarnos.
Con todo mi amor,
Arturo Ávila
“Algunas ausencias iluminan más que mil presencias.”